Por Ricardo Gallegos
Las verdaderas trufas son raras delicias culinarias que crecen bajo tierra y por lo tanto, los perros son la mejor opción para buscarlas. Pero el documental “The Truffle Hunters” no gasta mucho tiempo hablando de estos codiciados hongos, sino de la hermosa relación entre los humanos y perros que todavía se dedican a cazarlos en los bosques del Norte de Italia. Y te aseguro que en todo el 2020 no encontrarás un trabajo fílmico más adorable que éste.
Sin necesidad de narración, los directores Michael Dweck y Gregory Kershaw te muestran la vida cotidiana de tres señores italianos y sus adorables canes. Todos con personalidades distintas pero unidos por el amor a cazar trufas; para ellos, la actividad representa más que ganar dinero. Es una forma de vida, una manera de divertirse y jugar con sus perros.
Vas a quedar enamorado de estos señores. El adorable Carlo tiene 84 años y su esposa constantemente lo regaña por irse a cazar de noche junto a su peluda Titina, una linterna y un bastón; Sergio es todo un rockstar que cuando no está tocando la batería o cantando, se aventura al bosque en un jeep con los excepcionales Pepe y Fiona; Aurelio es un ser de luz que ama a su hija de cuatro patas, Birba. Las escenas entre estos dos me llenaron de vida: además de compartir mesa y comida, Aurelio constantemente le explica cuánto la quiere y lo preocupado que está de conseguirle un dueño adecuado cuando él se muera. Lo amo.
El pietaje es inmaculado. La fotografía de Dweck y Kershaw es fácilmente mi favorita del año. A través de resplandecientes tomas estáticas prácticamente puedes oler el bosque y sentir las texturas de las hojas. Además, para un par de aventuras en el bosque, los directores le pusieron una cámara a los perros de Sergio y el resultado es oro. Es maravilloso ver todo a través de Pepe o Fiona: la desesperación por salir del carro, los olfateos, las carreras entre las hojas o las sacudidas. Y para acompañar esta delicia visual, tenemos un coqueto score musical de Ed Côrtes que además de evocar nostalgia, acentúa la buena vibra de todas estas personas.
También hay un lado negativo explorado a través de Angelo, un huraño pero divertido señor a quien muchos le ruegan por regresar a cazar trufas. Pero él se niega enérgicamente porque la última vez que lo hizo, envenenaron a su perro. Hay mucha envidia en el comercio de las trufas, particularmente de parte de las nuevas e irrespetuosas generaciones, y como los perros son invaluables para encontrarlas, los cazadores deben ser extra-cuidadosos con sus peludos. La situación climática también es un problema pues es cada vez más difícil encontrar trufas; el calentamiento global está afectando su crecimiento bajo tierra.
Dweck y Kershaw presentan un contraste entre la humanidad de los cazadores y los refinados negociantes, cuya única intención es enriquecerse. De un lado tenemos una paleta otoñal en donde se destaca la vida y la naturaleza, y del otro tenemos lujos, elegantes salones y hombres portando finos trajes. La calidez de un lado y la frialdad del otro.
Sin embargo, los directores no dejan que estos aspectos arrastren el documental y mantienen una atmósfera de optimismo y respeto hacia todos. El flujo de humor es orgánico y las tiernas escenas son constantes. Ya sea un sacerdote bendiciendo a un cazador y su perro, una graciosa conversación entre marido y marida, o una inolvidable anécdota sobre amor a los perros, el documental no deja de sorprenderte con entrañables momentos.
“The Truffle Hunters” es un festín audiovisual y una carta de amor a la relación entre humanos y perros. Un documental magnífico, cómico y entrañable que provee una ventana a un pintoresco modo de vida y una profesión que está siendo reemplazado por el desenfrenado e egoísta ímpetu de la juventud.
Este documental forma parte del programa Special Events de TIFF 2020.